Me olvidé de las ojivas azules de la noche pues cesa un bandoneón su rocío lívido.
Muerta, niña de muñeca raída del farol del tiempo llora tizas, ríos de narices solas.
Empuña un manantial rojo de tinta sus recuerdos.
Implacables, amarran sus cuatro costados. (Barrilete ciego al son de una melodía.)
En su apagón de ciudades, un sol negro oculta porfías.
Fantasmas azucarados buscan un montón de huesos. Acre el ovido su hedor publica: "otra vez, infunden violetas"
Paso a paso piso luces en las sombras.
Un dios que ciega d e s t e l la la agonía.
Liliana Inés Berteil |
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